CONSUELO QUESADADecana del Colegio de Ingeniería Forestal y del Medio Natural en Extremadura Viernes, 9 agosto 2019, 23:06 0
La ingeniería forestal y del medio natural recopila y ordena, para luego aplicarlo y transmitirlo, de una parte la información general que proporcionan las ciencias socioambientales, y de otra el particular conocimiento práctico de quienes viven los oficios del campo. Con ambas partes se conforma una disciplina o materia, en este caso la de los incendios forestales, para prestar un servicio público a nuestra sociedad.
El saber clásico sobre los incendios forestales está incorporando la rápida evolución del campo y sociedad actuales. Estos cambios poco perceptibles año a año, al paso de décadas se revelan con claridad. Los oficios forestales perciben bien estos cambios porque su régimen de tiempos va desde la década para un turno de descorche al del siglo para aprovechamientos maderables, o siglos para la necesaria reposición de encinas en dehesas sin chaparras.
Ahora contrastan fuertemente las pujantes producciones en intensivo, con el abandono del campo en extensivo que, pese a ser por lo general más cuidadoso con naturaleza y sociedad, es incapaz de competir al no recibir las contraprestaciones públicas por su eficacia preventiva de incendios forestales, cuando además el intensivo no está resarciendo sus inconvenientes asociados.
La lucha contra los incendios forestales requiere del hermanamiento entre la extinción y la prevención para que a una mano le duela y conozca lo que le pasa a la otra. Esto, aun resultando obvio, no se cumple o se cuestiona quizá por la visión corta o el interés particular, además de por la excesiva especialización, la notoriedad o la sofisticación de algunas personas o colectivos. Disociar la prevención de la extinción sucede en las autonomías españolas más urbanitas y en Portugal, donde los dispositivos de extinción son poco de campo y en los que se aplica un «apaga y vámonos» que cada vez resulta más costoso y menos efectivo.
Afortunadamente para Extremadura se mantienen unidas la prevención y la extinción muy vinculadas al campo y al mundo rural. Están debidamente coordinadas en el caso de las emergencias con protección civil, como también lo están los sanitarios, los cuerpos policiales, el ejército o los bomberos estructurales de diputaciones y ayuntamientos. Todo ello sin necesidad de plantear una inclusión directa en la protección civil autonómica o estatal. Así Protección Civil mantiene ágil e independiente su respuesta y coordinación que en caso contrario resultaría lastrada y desequilibrada ante el resto grupos intervinientes en las emergencias. En países con gran recorrido profesional en incendios forestales, mantienen esta materia de extinción y prevención vinculada a los servicios forestales, como sucede en Norteamérica y Australia.
Lejos de separar una cosa de la otra, lo que hace falta es añadir una tercera ‘pata’ que es la social. En una sociedad consciente de su forma de vida y consumo, cada persona tiene de su mano el poder de aportar un enorme efecto preventivo de incendios, eligiendo o valorando más los productos en extensivo: pastoreo, frutales de montaña, resinas y combustibles naturales (leñas, astillas, y peles o briquetas). Un concreto y amplio clamor social facilita la convergencia política y las medidas institucionales.
Claves en la lucha contra los incendios forestales son: un dispositivo diseminado y de campo manteniendo integradas la prevención y la extinción, muy adaptado a las épocas estacionales que rigen los incendios, y la vinculación de una sociedad consciente de que son muy determinantes sus hábitos, opinión, forma de vida y consumo.